En nuestra época de consumo incesante e imperativo parece que cada vez hay menos tiempo y espacio para aquello que, de alguna manera, se resiste a dicha tendencia, navega a contracorriente, por el solo hecho de que su razón de ser tiene sentido en un marco distinto –de disfrute, de interpretación, acaso igualmente de consumo, pero con un sentido diferente.
Tal es el caso, en general, de las expresiones creativas que no sin cierto anacronismo podríamos denominar aún “artísticas”. Aunque se trata de un concepto un tanto rebasado, la categoría de las llamadas “bellas artes” todavía nos sirve para reunir de golpe esas disciplinas que además de seguir cultivándose, apelan a ciertos dominios de lo humano que no han sido conquistados totalmente por el mercado y sus valores dominantes. No toda la música que se genera actualmente tiene como fin su venta y consumo comercial, tampoco todo el cine ni toda la literatura, a pesar de que lo usual sea crear productos que obedezcan a las leyes de la oferta y la demanda.
Por otro lado, además, el capitalismo se ha especializado en crear subjetividades aptas para el sistema, lo cual, en este caso, deviene en la formación de un gusto específico propicio al consumo de esos mismos productos. La música de un Justin Bieber, por ejemplo, no genera ganancias millonarias por casualidad, sino porque incluso antes de que el cantante comenzara a despuntar existía ya todo un horizonte de posibilidad para su éxito futuro, concretizado en una legión de consumidores dispuestos a encontrar “agradable” ese tipo de expresión cultural.
En el cine sucede algo muy parecido. Décadas y décadas de cine de acción, de superproducciones y otros productos hollywoodeneses han moldeado una manera específica de ver una película. Todavía ahora es más o menos común escuchar que una película se considera buena o mala “por sus efectos especiales”, que si es “muy lenta” se vuelve aburrida o que la verosimilitud de la historia es determinante en el disfrute de la misma.
Y no es que esos criterios estén equivocados. En efecto: la producción, el ritmo y el guión de una cinta son elementos fundamentales para determinar su calidad. Sin embargo, no son los únicos. Y quizá más importante aún sea pensar desde dónde se realizan estos juicios de valor. El cine comercial ha limitado nuestra percepción y posibilidades de experiencia al punto de hacernos querer ver características específicas, quizá incluso incapacitándonos para saber apreciar una película en toda su dimensión. ¿Quién, por ejemplo, es capaz ahora de leer de verdad poesía? Algo parecido sucede en el cine.
La forma cinematográfica es la manera en que imágenes y sonido trabajan juntos para crear significado. Si piensas el cine como un lenguaje, esos son su vocabulario y su gramática. Composición, iluminación, edición, color, silencio, movimiento y música son todos los aspectos de la forma. Hay una extraña idea de que estas cosas son aburridas, pero honestamente es más bien divertido.
Lo sepas o no, de hecho tú entiendes el lenguaje del cine con fluidez. Este canal es para hacerte (y hacerme) más hábil en ello.
Así es como Tony Zhou presenta y describe la labor que desde hace poco más de 1 año ha concretado en el proyecto Every Frame a Painting (algo así como Cada cuadro, una pintura), una suma de videoensayos en los que el también cineasta y editor freelance toma alguno de los recursos del lenguaje del cine y lo explica e ilustra de manera sencilla, ingeniosa, informada y, sobre todo, aplicando él mismo el conocimiento que busca divulgar –porque, como dice en el video que dedica a la estructura en F for Fake de Orson Welles (1973), los videoensayos no son ensayos, son filmes.
El material que Zhou ha generado en este tiempo comprende una treintena de videos en los que ha abordado asuntos diversos como la composición del movimiento (tomando ejemplos de películas de Akira Kurosawa), los desafíos que implica hacer comedia de acción (y aquí sigue la labor de Jackie Chan), cómo los objetos más elementales inciden sobre nuestra percepción de un personaje o una situación en una película (por ejemplo, las sillas) o, más recientemente, cómo los hermanos Coen usan las tomas de plano y contraplano para mostrar la contradicción inherente a la naturaleza humana y los dilemas morales a los que a veces nos enfrenta la vida.
Además de los hipervínculos que hemos repartido en esta nota, compartimos ahora una pequeña selección de videos tomados del canal de YouTube de Every Frame a Painting, en donde dejamos un par de los más interesantes. La ventaja de usar esta plataforma es que los subtítulos en español se activan automáticamente al reproducir el material.
Martin Scorsese - The Art of Silence
Satoshi Kon - Editing Space & Time
Buster Keaton - The Art of the Gag
Edgar Wright - How to Do Visual Comedy
Chuck Jones - The Evolution of an Artist
El cine, como todo arte, existe para hacernos ver que siempre hay más de lo que miramos en una primer vistazo, que la realidad nunca es lo que parece, y este proyecto de Tony Zhou contribuye a ponernos en ese camino de descubrimiento.
Fuente: Pijama Surf