Rara vez una película basada en historias reales llegará a los cines sin una lluvia de dudas acerca de la veracidad de los hechos. Los cineastas y sus partidarios suelen devolver el golpe con el argumento de que nunca hubo una entidad o persona para contar lo sucedido tal cual paso, ya que si esto ocurriera sería un documental, y siempre y cuando el espíritu de los retratados en la pantalla se capture con precisión y los espectadores no sean groseramente engañados, no habrá daño real, pues al fin y al cabo, es sólo una película.
En ese sentido, “13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi” es única, porque no es sólo una película.
Es una película de Michael Bay.
Como es la tendencia de la última década , la nueva película protagonizada por John Krasinski y James Badge Dale, da una mirada rápida hacia la historia , esta vez de regreso al 11 de septiembre del 2012, cuando miembros de las milicias islamistas sitiaron un puesto diplomático de Estados Unidos en Libia y mataron a cuatro norteamericanos.”13 Hours “es la historia de la GRS, o el personal de respuesta global, contratistas de la CIA encargados de proteger la agencia de inteligencia en un anexo a una milla de la embajada.
Krasinski es Jack Silva, un ex infante de marina que llega a Benghazi días antes del ataque. Este llega a unirse a Tyrone Wood (Dale) y su equipo de soldados .
Los hombres de la GRS en la película no son simplemente Soldados contratados para proteger los intereses de los Estados Unidos. Estos hombres son soldados de Michael Bay: un macho alfa Signature Series Collection ™. Silva y Wood reciben una cálida bienvenida a Benghazi, llena de armas, bazucas y tipos malvados. Sus paseos son siempre divertidos y con un toque de suspenso (una flota de vehículos Mercedes Benz robada), con llamadas de buenas noticias y un vehículo lleno de niños que gritan los nombres de sus marcas favoritas a través del teléfono (McDonald's!). No hay nada más norteamericano que eso. Sus músculos están esculpidos por voltear neumáticos para camiones y levantar pesas, pero todavía hacen tiempo para leer pasajes de Joseph Campbell en voz alta. Por si acaso, la cita se convertirá temáticamente relevante para otro personaje en el tercer acto.
Pero lo más importante, (y aquí es donde las cosas se ponen turbias), es el instinto de los miembros del GRS, quienes siempre tienen la razón, y que no necesitan una educación universitaria para saber qué es qué. Es en este momento donde la película cruza el umbral entre simplemente ‘’ser una película de Michael Bay’’ a ‘’ser una película de Michael Bay que tiene algo que decir’’, y su mensaje está garantizado para reunir las reacciones de ambos lados de la ecuación política. Los personajes afirman claramente que si la cabeza (interpretado por David Costabile, quien fue el asistente nerd de Walter White en Breaking Bad) es ineficaz, este había dejado al GRS hacer su trabajo, y el Embajador Chris Stevens y el oficial Servicio de Relaciones Exteriores, Sean Smith, no habrían muerto durante el ataque sorpresa de los talibanes . Dicho sentimiento hubiera tenido sentido, como ocurre en el libro de Mitchell Zuckoff (material original de la película), pero Bay, cuyo medio preferido de mostrar las cosas es "paintball en nerd" en lugar de "óleo sobre lienzo," deja estas cosas sin importancia y se enfoca en burdas secuencias de acción, que como en la mayoría de sus películas, sigue siendo geográficamente confusa y sin un porque aparente. Michael Bay nunca ha sido bueno con la sutileza.
“13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi” es una lección de historia como lo es “Call of Duty”. Hay una verdadera historia de heroísmo estadounidense en algún momento de la trama, pero queda diluida por la falta de foco de su director, quien pone énfasis en lo menos importante. Es algo difícil ver a un cineasta querer legitimar su estilo narrativo, pero es más difícil tomarlo en serio cuando utilizas las mismas tomas en cámara lenta sin razón, cuando repites una y otra vez sus personajes, cuando sus historias están basadas en la acción de sus personajes y no en los motivos para generar dicha acción. Legitimar un estilo es un ejercicio creativo, no un calco tras calco tras calco de algo que nunca ha funcionado, por lo menos no cinematográficamente.