Tal como decía Pablo Sandoval, el gran personaje de Guillermo Francella en la película “El Secreto de sus Ojos”, "El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios; Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión."
Cada quien tiene algo que le apasiona, es indiscutible. Es algo intrínseco del ser humano, y el director Bent-Jorgen Pelmutt sabe cómo sacar provecho a una pasión en especifico, la velocidad.
Pero ¿cómo explotas una pasión, dentro de un país donde dicha práctica está prohibida?. Fácil, buscas un grupo con la misma pasión, y se van al clandestinaje. Pero no todo parece tan sencillo.
En Cuba, las carreras han estado prohibidas por más de 50 años, a causa de un feo accidente que cobró la vida de más de 10 personas. Desde ese entonces, el automovilismo fue visto como un peligro para la comunidad y fue sacado como deporte permitido en la sociedad cubana. Desde entonces, un grupo de apasionados a la velocidad y a la preparación de vehículos, se unen en lugares recónditos o en plena autopistas, todos ellos con un alto espíritu de competición.
Aquí es donde el director Pelmutt demuestra su capacidad narrativa, ya que él no se queda netamente en la actividad, sino que explora los personajes desde su interior. Le interesa saber de dónde vienen, qué sueñan, qué les gusta hacer, y nos hace ver a los espectadores, el nivel de competición y compromiso en cada uno de ellos.
La mayoría de estos personajes, crecieron y nacieron dentro de la revolución, así que si hay algo que saben y conocen es pelear, aún en contra del sistema. Si les enseñas eso desde niños, no esperes pasividad.
La rivalidad que se va desarrollando en pantalla, es el apoyo principal para un perfecto final, ya que, luego de años de luchas y reclamos, las carreras de velocidad fueron permitidas por el Gobierno de los Castro. Así entran a pantalla interesantes personajes.
Pero cuando me refiero a dichos personajes, más que los humanos, lo que si me llama la atención es la increíble capacidad de estos para fabricar y reparar a los verdaderos protagonistas, los vehículos. Desde un Porsche con motor de Chevrolet, hasta un Chevrolet con motor de barco, es solo una pequeña muestra de que cuando hay voluntad de hacer las cosas, el “cómo” es lo de menos.
“Havana Motor Club” es el resultado de un equipo paciente y que ama el cine, con personajes reales súper interesantes, una realidad de trasfondo y como mencioné al inicio, una pasión por la velocidad que se nota.