Uno de los regalos que el cine constantemente nos hace, a veces de manera desinteresada, es la presentación de uno que otro interesante personaje creado desde la realidad, y más aun si la película en la que conoces a dicho nombre, es una muy buena película. En esta ocasión le tocó el turno a Yona Wallach, una muy conocida poetisa israelí, desconocida en su totalidad para mi, hasta hoy.
Yona fue una rebelde, no solo por su estilo de vida, sino por su escritura. Fue poetisa, actriz y cantante en una época donde la mujer no tenía tanta voz. Wallach cargó sobre sí misma la revolución poética feminista en hebreo, presentando un personaje femenino de sexualidad provocativa y descarada.
Nir Bergman, director de la cinta, tiene vasta experiencia en contar historias sobre mujeres. Siempre en su filmografía, nos muestra mujeres fuertes que deben luchar en contra del sistema. Es el co-creador, junto a Rodrigo García, de la magnífica serie “In Treatment”, donde también muestra este tipo de personajes femeninos. Parte de su filmografía recomendada esta el drama “Broken Wings” del 2002.
Todo el peso de la cinta recae en un par de hombros, hombros que deberán navegar entre varias aguas: aguas dramáticas, aguas cómicas y aguas de rebeldía. Naomi Levov debuta en el cine como toda una profesional, con una soberbia y magnífica actuación, no solo dejándose llevar por las situaciones impuestas por el guión, sino improvisando sentimientos que solo pueden ser apreciados a través de una mirada, de unos silencios mientras fuma un cigarrillo o recitando un poema que no puede ser escrito.
“Yona” es una reflexión a la libertad, a los sueños, a la pasión. Muestra sin maquillaje los deseos del ser humano a sobresalir, a ser conocido, a querer tomar decisiones sin ser juzgados, Yona no era la excepción, o ¿acaso no lo somos tomos?