Luego de contar importantes sucesos en la dictadura de Augusto Pinochet en Chile con una trilogía de fabulosas películas (Tony Manero, Post Mortem y NO), el director Larraín hurga en la herida de una de las instituciones más poderosas del mundo, La Iglesia Católica.
Larraín no tiene miedo, y en esta ocasión nos presenta a un grupo de curas que están siendo recluidos en una “casa de retiro espiritual”. Dicha casa es una especie de cárcel, donde los curas van a alejarse de la luz pública luego de diversos escándalos. Al parecer la iglesia no cree mucho en la justicia civil, mas sí en su justicia espiritual.
Larraín demuestra su maestría, presentando a cada uno de los personajes con pocas palabras, e incluso, retrata el ambiente y las actividades de estos en las primeras secuencias. Ellos, están dirigidos por reglas y horarios que deben ser cumplidos al pie de la letra.
La “paz” de estos se ve alterada a la llegada de un nuevo cura, el cual fue perseguido por alguien de su pasado. Todo esto desencadena una incómoda situación que será apenas el inicio de una serie de eventos que darán al trasto con sacar el verdadero rostros de estos supuestos hombres de bien.
La cinta esta magníficamente actuada, Roberto Frías (Sandokan), Antonia Zegers (Hermana Mónica), Alfredo Castro (Padre Vidal), Alejandro Goic (Padre Ortega), Alejandro SIeveking (Padre Ramírez), Jaime Vadell (Padre Silva) y Marcelo Alonso (Padre García) están sin lugar a dudas en papeles para recordar. La mayoría de ellos son ya caras conocidas en la filmografía del director chileno.
Podríamos notar ciertas exageraciones dentro del guión en cuanto a algunos motivos y situaciones de los personajes, pero a mi entender, lo que Larraín quiere exponernos es a la maldad que habita donde se supone que debería existir el bien, y se apoya en dos herramientas. El director está consciente del bajo presupuesto que tiene, y se apoya netamente en secuencias de interiores, específicamente, el 70% de la película transcurre allí. Los personajes son conocidos a través de entrevistas individuales, en donde su pasado y sus motivos son cuestionados. Larraín también se apoya en la sensibilidad del espectador, haciendo notar, lo que realmente les importa a ellos, y el precio que están dispuestos a pagar.
Sumándole a la magnífica dirección de Larraín, la fotografía de Sergio Armstrong (‘’No’’, ‘’La Nana’’, ‘’Joven y alocada’’) agrega unos tonos claros y un magnífico manejo de luces naturales.
“El Club” es una película incómoda de ver, ya que en realidad no simpatizarás por ninguno de los personajes aquí, mas bien, cuestionarás el sentido de justicia en estos personajes que fueron basados en historias reales, pero con la esperanza de que te des cuenta del lado oscuro donde se supone que debe existir luz permanente.