Y el milagro ocurrió
Hace poco tiempo, en una galaxia no tan lejana (donde usted también vive), quien suscribe asistía esporádicamente a los estrenos de las películas locales fruto de las constantes decepciones con las que me encontraba ante los bodrios de dimensiones estratosféricas. Con ‘La Gunguna’ tenía expectativas y dudas.
Regularmente nuestro cine en lo que respecta a los largometrajes se debate en una gran mediocridad. Películas cuya única razón de ser no es la pasión por hacer cine de sus creadores, sino, engordar sus cuentas bancarias aún a costa de asaltar un oficio a medio camino entre el arte e industria, más inclinado a un lado o a otro según el caso, pero en ambos la calidad debería ser la constante y en el caso nuestro la calidad suele ser un gran ausente. Por mucho que algunos se esfuercen en decir vehementemente “¡tamo en cine!” o “¡vamo a rodá!”, no es determinante para obtener una buena película cuando tu capacidad para escribir guiones es nula y/o como realizador no tengas talento alguno. Estas son ecuaciones habituales en el patio, provocando que el resultado de una buena película sea casi improbable.
Hacer dinero mediante el cine no es un delito; todo lo contrario, es una vía válida pero siempre pido algo de respeto y buen juicio para con el espectador, no me gusta sentirme como un idiota, si el director de la película lo es, no necesito que me contagie o intente llevarme a su nivel. No sé si tener un guión bien estructurado sin ser maravilloso, pero al menos decente y una dirección decorosa es pedir un milagro o es factible en nuestra realidad. Muchas veces es hasta difícil opinar del cine local en un mercado tan pequeño donde tantos colegas te preguntan, “¿qué tu crees de X película?”, donde probablemente trabajó y ser sincero en nuestro medio puede costarte hasta una amistad.
Aunque no todo es tan malo porque hay algo más que estos despropósitos audiovisuales. Tenemos esperanza de los cortometrajistas, que de cuando en cuando salen con algún buen trabajo. Tenemos algunos largos con cierta dignidad, pero aún en la mayoría de estos casos no son películas redondas, se quedan en intenciones de las cuales están colmadas las sendas al infierno. Muchos fracasan por querer ser pretenciosos forzando su cine de ‘arte’, yéndose por la forma carente de fondo o sin fondo o partiendo de historias con algunas lagunas y que por más indie que intenten ser, no llegarán lejos cuando hay un gran desequilibrio y aún cuando algunos ‘críticos’ se maravillen de que estos realizadores llenen la carencia de fondo con cámara en mano y planos fijos de kilométrica duración, aún cuando la escena en cuestión se trate de un burro comiendo hierba por media hora y esto les produzca un placer orgásmico como no lo hacía el mismo Kubrick… Otros denotan cierto talento pero aún están en una etapa muy embrionaria. Otro grupo intenta copiar historias hartamente conocidas forzándolas a nuestra realidad y no pasan de ser más que célebres Frankestein y otro grupo no tiene ni fondo ni forma ni nada en la bola. Por suerte ‘La Gunguna’ se aleja de ese grupo y Alemany ha logrado rodar una buena película.
¡Llegó "La Gunguna"!
Tras una larga expectativa tenemos la ópera prima de Ernesto Alemany en nuestros cines. Alemany adapta el guión escrito por parte de Miguel Yarull, quien a su vez adapta uno de sus cuentos contenido en su libro "Bichán: 14 cuentos cortos y el de Montás" para la pantalla grande.
'La Gunguna' nos ha tocado con fuerza, ha colmado nuestras expectativas, o al menos así me incluyo dentro de ese grupo conformado por el público de a pie, el cinéfilo de valía y lo que queda de la crítica local que ha gritado prácticamente al unísono ‘Eureka’ ante ese punto de inflexión en nuestro cine. Esta vorágine entusiasta ha creado también su gremio de haters, he leído a varios en las redes sociales; '¡¿Qué es lo que tanto fuñen con "La Gunguna"?!'… muchos porque asumir una pose contraria te da un status de cool o un grado de superioridad aún cuando muchos de ellos ni la han visto. Nuestro entusiasmo no es gratuito, es que finalmente estamos ante la que considero y creo que es así, como la mejor película local hasta el momento y la más redonda, lo cual no quiere decir para que se me malinterprete que es una obra maestra porque no lo es, pero es una buena película en prácticamente todos sus apartados.
Alemany no es un novato, es un experimentado y acabado realizador que viene del mundo de los spots publicitarios, videoclips y los cortos extendiendo ahora su puesta en escena de los escasos segundos o minutos de su habitual formato para brindarnos este largo y pasar las prueba con altas notas.
‘La Gunguna’ es desde su origen mismo, esa diabólica calibre .22 que se convierte en el hilo conductor y enlace de un conjunto de historias de distintos personajes con características y orígenes distintos y con el denominador común de una suerte que les cambia con la posesión de la codiciada arma.
La película juega con el drama y el humor, pero un humor inteligente algo sombrío a ratos y luminoso en otras, tiene tintes de thriller y cine negro. Los personajes tienen vida, tienen fuerza (unos más que otros), no son caricaturas burdas ni parodias baratas, no hay lugar para chistes estúpidos, se destila cierto realismo sin llegar a la crudeza documental pero lo suficientemente exponencial para dejarnos en evidencia ante ciertas denuncias de la realidad dominicana. Cuando la ves te sientes identificado con esa realidad que nos toca tan dura pero tragicómica, tan propia nuestra en que ocasionalmente nos burlamos de nuestra desgracia, es como un escenario de la desgracia propia de la comedia negra de los Coen trasladada a nuestro patio. Ese realismo está latente en esas casas de zinc, en esos apagones y esa luz que siempre llega, el cobrador de la casa, en esos prejuicios racistas caribeños del boricua al dominicano, del dominicano al haitiano y no sin dejar fuera al chino (pero ninguno hechos desde el punto de vista de que los autores odien a un grupo en particular, sino de las particularidades idiosincráticas propias de cada pueblo), en esa sala de hospital, en esa patrulla, en ese barrio chino, en el cortauñas, en el trabajador al que el sueldo no le llega y siempre debe, en esa frontera donde acontece de todo…
Cinematográficamente sentí una influencia quizás lejana de ‘Pulp Fiction’ con sabor a mangú (mofongo gritaría Ernesto), no por las historias cruzadas, sino algo que subyace en como está todo envuelto en la película, esa sensación la sentí con fuerza cuando vemos la primera panorámica aérea de Puerto Rico mientras suena ese rasgueo de la guitarra, musicalmente me retrotrajo a la escena de Vincent Vega (Travolta) mientras va en el convertible bajo los efectos de la heroína en ‘Pulp Fiction’ que a nivel de historia no tiene nada que ver, pero la música de ‘La Gunguna’ en ese trayecto recuerda en algo a "Zed's Dead, Baby/Bullwinkle Part II’. Algo similar de reminiscencia de ‘Pulp Fiction’ sentí cuando el Gago cuenta como conoció a los chinos o cuando el Gago va junto a la pandilla en el carro.
Dentro de la dirección de actores es reconfortante lo bien que está el conjunto con algunas excepciones, Panky sorprende gratamente con su papel, de Patricia Ascuasiati ya se ha hablado bastante, Jael Santana se roba la pantalla como el Puchy, pero brother… a mi quien me cautivó fue Montás, la mirada de Montás es fulminante, transmite con pocos gestos todo ese pesar de un ser marginado socialmente, Montás es el dominicano excluido, ese que no figura en las estadísticas de nuestro ‘progreso’ según nuestros gobernantes, es un hombre que se la busca como soldador, no trabaja para comprarse un helicóptero ni comprarle a su mujer sombreros de lujo en España, trabaja para comer, para pagar una mísera mensualidad de una casucha que se está cayendo y en la que un ser humano no debería de vivir, pero esa es la vida de un amplio segmento del país, Montás es la exclusión, es el hombre honesto y que por ser honesto se lo está llevando el diablo aunque las circunstancias lo ponen en jaque ante el devenir y sus valores sometidos a prueba y precisamente ante estos retos, es cuando Montás expresa de forma apabullante con esa mirada de la primera duda moral. Su caracterización es genial, no es una actuación quizás de las espectaculares que atrae a las masas, pero su minimalismo gestual se impone hasta en su caminar.
No puedo dejar de mencionar otros grandes valores de la película como su fotografía, su estupendo diseño de producción, su dirección de arte y en general es una película que en lo técnico no hay mucho que reprocharle.
De las imperfecciones de la película la actuación del Sargento es un tanto limitada. La escena de Azul no convence aunque es pasable, tampoco la primera trifulca del billar que luce torpe y forzada. Las chicas del negocio en Borinquen no lucen acordes al mismo. Las pantallas negras en varias transacciones resultan un tanto abusivas y carentes de sentido del montaje. Algunas panorámicas aéreas muy aceleradas son más cercanas al videoclip. Algunos personajes que no le aportan a la historia y podría decirse que no tienen sentido, aunque podemos no ser tan puristas y pasarlo por alto, lo mismo algunas situaciones relacionadas al guión que lucen flojas, pero por esto no creo que sea un mal guión, estamos hablando de que Yarull viene del mundo de la literatura para incursionar en el guión de un largo y hace un trabajo más que digno, no por tener errores vamos a alabarle, pero poniendo todo en una balanza la parte positiva es abrumadamente más pesada; y aún con esas falencias pequeñas es un guíon redondo en como cierra la historia la cual es de cierto carácter circular y a mi entender, el guión es lo mejor del film. Tomemos en cuenta que los supuestos gurús en guión del patio nunca han hecho un guión cercano a este, al menos dentro de las películas que he visto no recuerdo un guión convincente. En este último punto es bueno aclarar que el mundo del guión está relacionado con la literatura, pero no es lo mismo escribir ensayos, novelas o cuentos que guiones, porque el guión tiene unas particularidades propias (ya este sería un debate muy largo y distinto) y hay casos de grandes escritores que como guionistas no han tenido éxito como García Márquez.
Continuando con las partes negativas; el vestuario de los dos investigadores no parece acorde a los que tenemos en nuestro país, pero por el tono de la película puede pasar (por cierto, Marcel Fondeur en su brevísimo papel es muy convincente). La musicalización si bien me resulta soberbia y original en algunos tramos es excesiva como en esos momentos donde ahoga algunos diálogos. El final me dejó sensaciones duales, (no daré spoilers), pero aunque es un cierre que te deja pensando en ese círculo eterno en que divagamos los dominicanos, la escena del puente con esos acordes y ese amanecer es de una belleza poética abrumadora y a la vez desgarradora muy superior. Precisamente conversaba con Alexéi Tellerías días atrás sobre la misma, a su parecer es la escena más hermosa de la película y estoy de acuerdo, aunque también ese cierre para las masas hubiera dejado una sensación de vacío y conociendo la cultura dominicana me imagino a la gente gritando en las salas y calificándola como clavo.
La película funciona a varios níveles, si bien no es cine de ‘arte’ tiene una calidad artística elevada, comercialmente funciona, su historia es muy llevadera, no es pesada y bastante digerible por lo que puede llegar a cualquier público, es universal desde lo partícular, tiene riqueza cinematográfica, elementos sociológicos nuestros interesantísimos y es lo mejor que se ha rodado hasta el sol de hoy como largometraje. Aunque tengo que aclarar que hay algunos largos y documentales que aún no he visto que están calificados como buenos.
Lá única duda final que tengo, es si en esta película a diferencia de prácticamente la mayoría de las locales, el director dirigió a los actores directamente o se valió del coach de actuación, puesto que a mi humilde entender es el director quien tiene que dirigir al actor sin intermediario alguno.
7/10
Emmanuel Peña, es fotografo, cineasta, publicista y adicto a las películas. Puedes seguirlo en @ManuRD75
muyyyyyyyy, pero muyyyyyyy atinado
Muchaísimas gracias Jose Montes de Oca.
Siempre!