El dominicano per se, como interlocutor y catalizador de historias, refiere un territorio difícil y poco explorado para el cine nacional. Intentos muchos, aciertos pocos. Y es que plasmar en pantalla lo variopinto, complejos y diversos que podemos llegar a ser como cultura (Caribeña, isleña y latina), implica un reto. La Gunguna, ópera prima de Ernesto Alemany, entiendo, es la primera película del país que coloca en primer plano a “ese” dominicano y por consiguiente el resultado es una mezcla cinematográfica de extravagantes proporciones. La Gunguna, es jocosa, ocurrente y bullosa...a la misma vez humana y...también corrupta, aún más importante, es real.
Con un guión de Miguel Yarull, basado en su propio cuento "Montás", el filme, es una historia coral, donde el hilo conductor es la preciada Gunguna, pequeña pistola calibre 22 que se pasea de lugar en lugar, cargando un peso metafórico importante. Ahí es donde la fábula transciende, en esos subtextos y metáforas alegóricas que bordean la superficie y dan peso a sus personajes e historias. Yarull hace concesiones, sí, pero de manera inteligente, la crítica social en una esquina y la carcajada en la otra, es una película para el pueblo, pero para todo el pueblo, por lo que navegar en aguas tan disimiles y poder lograr salir airoso, es un acto más que plausible.
Retomar que los personajes, son esenciales y que las actuaciones están a la altura de los mismos, la mayoría más que correctos y con momentos destacados. Otros logran crear individuos (Sin importar el tiempo en pantalla) que desde ya, se convertirán en figuras entrañables para la filmografía dominicana. Betania es uno de ellos, Patricia Ascuasiati es la enigmática todóloga que “fiscaliza” la frontera, acompañada por Mamá Tingó, Anaisa, Liborio y la propia Gunguna, señora de armas a tomar. Gerardo "El Cuervo" Mercedes con Montás, quien carga el peso dramático sobre sus hombros y logra simbolizar a ese pueblo digno y trabajador que somos, cansado de la opresión y el malogro condicional al que estamos expuestos día a día. Y por último, el Puchy, el brother, un Jalsen Santana impecable, en plena forma y demostrando que en realidad es un "bacano", al mantener encausado de forma magnifica un personaje tan volátil.
A parte de su buen guión, otro punto que eleva la factura de la cinta es su puesta en escena, la famosa trinidad del cine (Dirección, Fotografía y Arte) funciona cual aceitado engranaje. La dirección de Ernesto Alemany es comprometida, mostrar nuestras grietas sociales, la movilidad y el hábitat en que nos desenvolvemos con tintes satíricos y mordaces hacen que el espectador sea cómplice de la historia que se va tejiendo a lo largo del metraje.
Juan Carlos Franco destaca en la fotografía, utilizando al máximo las oportunidades y gama de tonalidades que ofrece nuestro país, toma riesgos, sin dejar de manejar códigos conocidos, mención especial para la fotografía nocturna, ambiente sensorial poco explotado en nuestro cine. Esta trinidad, la completa Rafi Mercado en el diseño de producción, logrando materializar una lúcida estética, impregnando de la personalidad requerida, tanto a los personajes como a las locaciones que conforman el ecosistema de sus protagonistas. Acentuar que sin la edición (Ethan Maniquis y Rosaly Acosta) e interesante y eficaz musicalización de Lazzaro Colón, el conjunto quedaría cojo. Agradecer por igual, los guiños/homenajes a la obra del gran Luis Días.
La Gunguna, es entonces esa bocanada de aire fresco que necesitaba el cine dominicano este año, cine comercial con compromiso y muestra de la capacidad y fuerza que posee el dominicano como protagonista y guía de un lenguaje narrativo acorde a sus realidades. Un filme completo, que marca pautas y que debe ser reconocido por el pueblo.