En el marco de la XVII Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo, el pasado viernes 1ero de Mayo, pude observar dos óperas primas latinoamericanas, una guatemalteca (Ixcanul) y otra dominicana (Bestia de Cardo). Ambas ambiciosas, sin embargo, con resultados opuestos. La primera, parte de la competencia oficial en la sección de ópera prima del festival y la segunda como parte de la presentación especial "Perspectivas del Cine Dominicano".
Crítica completa a película IXCANUL, de Guatemala
El primer largometraje del director Jayro Bustamante, robó titulares cuando en Febrero de este año fue seleccionada en la competencia oficial para la versión número 65 del Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale), siendo la primera vez que el cine de dicho país es mostrado en tan importante plataforma y donde se alzó con el Oso de Plata Premio Alfred Bauer, otorgado - en memoria al fundador del festival – a aquel cine que abre nuevas perspectivas en el arte cinematográfico. Y no hay categorización más idónea para referirnos a este gran filme que también resultó ganador en otros importantes festivales como el de Guadalajara y Cartagena.
La película Ixcanul (Volcán en lengua Cakchiquel), habla de María (María Coroy) y su familia, sus costumbres y como su vida ya está predestinada a los 17 años de edad. Esta, debe casarse con el terrateniente encargado de la zona donde su familia vive y trabaja cultivando café, para así asegurar el futuro de la misma y por igual el de Ignacio (Justo Lorenzo), viudo que necesita una figura femenina para sus hijos. Mostrando un gran respeto por la cultura Maya Cakchiquel, Bustamante nos relata una historia honesta, pero sobre todo cruda. Un retrato sobre la marginalidad en un mundo monolingüe donde el sueño de emigrar al "mundo moderno", se ve en muchos (incluyendo a María), como la utopía por antonomasia.
La guatemalteca Ixcanul, airosamente filmada al compás de la inteligente y cuidada musicalización de Pascual Reyes y con una minuciosa atención al detalle de cada fotograma, gracias a la sugestiva composición fotográfica de Luis Armando Arteaga, la película completa encausa un drama familiar, que no deja de lado, matices políticos donde se denuncia la actual discriminación/explotación que viven las comunidades indígenas en Guatemala, quienes son cuasi obligados a mantener un estatus de foráneos en su propio entorno, a pesar de ser la mayoría de la población en el país centroamericano. Aprovechando al máximo las locaciones y esa atmósfera que provee el volcán colindante a la residencia de la familia, ingresamos en un viaje a una cultura devota y comprometida con su forma de ver la vida, sin permitirnos enjuiciar su accionar, todo lo contrario. El reparto de actores, en su mayoría no profesional, logra plasmar su realidad de manera más que convincente, destacando María Coroy como protagonista, quien con sus escuetas expresiones faciales es capaz de transmitir emociones tan primitivas, que tocan lo más visceral en cualquiera. Por igual, destaca María Telón en el papel de Juana, matriarca de la familia, quien con ímpetu aguerrido se encarga de liderar una de las escenas más lastimosas del filme.
Con este entrega, el debutante Jayro Bustamante, se coloca en la mira de los directores más prometedores del panorama latino-internacional e Ixcanul, como una de esas películas que se reposan en el alma y permanecen contigo por un buen tiempo, gracias a su inmenso compromiso social y más aún, gracias a esa capacidad de forjar una delicada empatía con sus personajes e historia, algo que dificulta ese enajenamiento cultural que es tan común en nuestros tiempos.