Ciertamente, hubiera querido que Relatos Salvajes ganara como mejor película extranjera en la pasada entrega de los Oscar; me gustó más y además tiene el ingrediente de que me siento representado en ella por ser latina. Lo que se cuenta, y la forma en que se cuenta, conecta mejor con lo que soy y con lo que vivo, y eso contribuye a que me identifique más con la argentina que con la polaca.
Ahora bien, no se puede negar que Ida, la que se llevó el Oscar para Polonia, es una sublime creación artística. Presentada en blanco y negro, contiene una belleza visual que cautiva, esto con todo y el uso recurrente de unos encuadres fuera de lo común, en los que el objeto a retratar ocupa apenas un pequeño espacio del fotograma.
Las imágenes de la película son, en su mayoría, una delicia. De la misma forma se puede considerar la poca música que se deja escuchar, en donde destacamos las hermosas melodías del gran John Coltrane, que matizan sutilmente las escenas que acompañan.
Pero, y aquí me remito al primer párrafo, la historia no me cala tanto como me gustaría. No importa que el filme se esfuerce en apelar a la tristeza y al dolor, a mí no se me hace tan emotivo como pretende. Si bien su ritmo parsimonioso no necesariamente tiene que verse como un defecto, tampoco ayuda a mantener en alto la tensión y el interés.
Notable película, con destacadas actuaciones y excelente ambientación, dirigida con buena mano por Paweł Pawlikowski y con aspectos bien resueltos como los ya mencionados, pero aun así, siento que no era para tanto.