Una forma de entender o explicar el arte puede ser si lo pensamos como la combinación de lo social y lo personal. Si esto suena demasiado simple, podemos entonces pensar en el binomio de lo cultural y lo subjetivo. Si añadimos un nivel de complejidad podemos decir, entonces, que en el arte se conjugan los motivos y las obsesiones. Por ejemplo, cuando el arte era exclusivamente occidental, poetas, pintores, escultores y músicos tomaban “temas” de la llamada Antigüedad clásica para desarrollarlos con los recursos de su tiempo; algo como el “Collige, virgo, rosas”, que aparece en un poema cuya autoría se atribuye a Virgilio o a Ausonio y tomó la forma de soneto en Garcilaso y Góngora (en el Siglo de Oro español), y algunas pinturas como la del prerrafaelita John William Waterhouse. Así, cada uno a su manera (es decir, subjetivamente), adaptó un motivo dado culturalmente.
Esta introducción un tanto técnica nos sirve para presentar un notable video en que por medio de la selección y edición de escenas se nos hacen ver algunos de los motivos recurrentes en las películas de Alfred Hitchcock, sin duda uno de los directores más geniales en la historia del cine en general y específicamente en el género del suspenso. Hitchcock transitó con maestría por el horror, la intriga política, el misterio policíaco e incluso una suerte de suspenso metafísico como el de The Birds (1963).
¿Por qué es importante la distinción entre lo subjetivo y lo cultural? Para decirlo pronto, porque parte de la genialidad de Hitchcock consistió en tomar elementos que en cierta forma son expresivos por sí mismos (las escaleras, la elocuencia de la mirada, el aparecer casi fantasmalmente por detrás de una cortina, etc.) pero, como todo gran artista, interpretándolos a su manera, sumando su propia expresividad subjetiva a la vasta tradición cultural que hay en las cosas.
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