Julianne Moore y Eddie Redmayne parten con grandes opciones de alzarse con el Óscar gracias a sus papeles de discapacitados en «Siempre Alice» y «La teoría del todo», respectivamente, una
fórmula que históricamente ha atraído el voto de los académicos.
Moore es la favorita absoluta para alzarse con la estatuilla gracias a un personaje que sufre los devastadores efectos del Alzheimer, mientras que Redmayne podría llevarse al gato al agua por interpretar a Stephen Hawking, el célebre astrofísico británico que vive postrado en una silla de ruedas y sin posibilidad de hablar a causa de una esclerosis lateral amiotrófica.
Aunque Michael Keaton («Birdman») es quien lidera las apuestas en esa categoría, Redmayne tiene a su favor el hecho de encarnar a una figura real, el otro gran factor que tradicionalmente más se valora en la Academia, como lo demuestran los triunfos recientes de Matthew McConaughey («Dallas Buyers Club»), Daniel Day-Lewis («Lincoln») o Colin Firth («El discurso del rey»).
Los Óscar han reconocido a personajes con discapacidades o enfermedades mentales tan memorables como el del propio Day-Lewis en «Mi pie izquierdo» (1989), donde encarnaba al pintor y escritor irlandés Christy Brown, aquejado de parálisis cerebral, o el de Holly Hunter en «El Piano» (1993), encarnando a una pianista muda que debe contraer matrimonio con un terrateniente en la Nueva Zelanda de mediados del siglo XIX.
También fueron la razón por la que finalmente Al Pacino salió victorioso tras siete nominaciones sin éxito, en su caso, por dar vida al coronel ciego Frank Slade en «Esencia de mujer» (1992), o por la que Dustin Hoffman se anotó su segunda estatuilla dorada, gracias al autista de inteligencia privilegiada en «Rain Man» (1988).
Tom Hanks, un experto en estas lides, hizo doblete consecutivo por interpretar a un abogado afectado por el virus del sida en «Filadelfia» (1994) y a un tipo entrañable, aunque con bajo coeficiente intelectual, que lograba en «Forrest Gump» (1995) estar presente en numerosos momentos decisivos de la sociedad estadounidense.
Otros casos recientes son los de Jamie Foxx, por personificar al artista ciego Ray Charles en «Ray» (2004), o el del propio McConaughey el año pasado, que se coronó con el papel de Ron Woodroof, un «cowboy» drogadicto que lucha por dar esquinazo a la muerte una vez que los médicos le diagnostican que ha contraído el virus del sida.
Echando la mirada atrás se encuentran otros ejemplos notables como los de Marlee Matlin, por «Hijos de un dios menor» (1986); Jon Voight, por «El regreso» (1978); Patty Duke, por «The Miracle Worker» (1962); Joanne Woodward, por «Las tres caras de Eva» (1957); o Harold Russell, por «Los mejores años de nuestra vida» (1946).
Los casos de Matlin y Russell son especialmente particulares.
Matlin, una joven sorda de 21 años, ganó el Óscar a la mejor actriz por encarnar a una estudiante con el mismo impedimento auditivo que inicia una relación sentimental con un logopeda.
Por su parte, Russell, un veterano de guerra, hizo historia al convertirse en el primer actor no profesional y la primera persona discapacitada -perdió las manos durante unas pruebas con el Ejército y las sustituyó por garfios- en llevarse el Óscar.
Asimismo, Voight se lo llevó por el papel de un veterano de Vietnam parapléjico, víctima de una lesión de médula espinal, que encuentra el amor en una mujer (Jane Fonda) cuyo marido sigue luchando en la guerra.
Duke hizo el más difícil todavía con un papel de ciega y sordomuda, en tanto que el personaje de Woodward sufría de trastorno de personalidad múltiple.
Más casos de artistas reconocidos por este tipo de interpretaciones fueron los de Geoffrey Rush («Shine», 1996), Cliff Robertson («Charly», 1968) y Jayne Wyman («Johnny Belinda», 1948). Antonio Martín Guirado