Lo más sobresaliente que tiene Cantinflas, la película, es el tremendo parecido físico que tiene el protagonista con el legendario Mario Moreno. Curiosamente, Oscar Jaenada es español; sin embargo, esa condición no fue obstáculo para que pudiera deshacerse de sus características propias e incorporara la gestualidad, el tono y la idiosincrasia de un mexicano, en este caso, uno de los más reconocidos en el mundo.
El intérprete europeo carga sobre sus hombros el peso de toda la historia, pero no solo a nivel argumental, que es de entenderse, sino también en el plano actoral. Es su trabajo una de las pocas cosas que impide que el filme se vaya por un precipicio. Jaenada cumple su cometido y sale bien librado del tremendo reto que suponía ser el centro de una producción tan anticipada y recrear a un hombre-personaje con unos rasgos sumamente particulares, que están, por demás, muy frescos en la memoria de miles, millones de personas.
El problema es que alrededor de él hay un elenco pálido, con pocas luces, y sobre todo, que está montado sobre un guión deficiente, que quiso abarcar mucho, pero que apretó poco. Es ese uno de los riesgos de los biopics, es por eso que muchas veces vemos que los realizadores prefieren centrarse en un aspecto y/o etapa del homenajeado de turno.
Para mí, la película no es consistentemente hilarante, por lo que fracasa como comedia. No es lo suficientemente emotiva o reflexiva, por lo que fracasa como drama. Tiene sus momentos sí, pero son solo eso, momentos.
Claro, siempre ayuda el interés por conocer más sobre una figura de tanta trascendencia, que marcó una época y que fue aclamada por generaciones, cosas estas de las que el filme se mantendrá alejado, salvo que el nacionalismo y fanatismo determine lo contrario.
Por Juan José Pérez Bell
@jjperezbell
jjperezbell@gmail.com