Leía algo acerca de “Locke”, esta maravillosa película interpretada por un soberbio Tom Hardy, el texto resumía que este es el tipo de película que “Nos restaura la fé en las palabras cine y actuación”. Yo creo que más que esta fé perdida, nos recuerda (o me recuerda, de manera personal) el por qué amo tanto este arte, estas pequeñas joyas que aparecen de la nada y te hacen sentir que el paraíso no está perdido, sino olvidado.
Y es cierto, hemos olvidado de cómo contar historias, historias intimas, historias en la que cualquier ser humano puede verse envuelto, seres humanos que las tienen a cada día, personajes que conocemos, personajes que somos, personajes que fuimos. Historias, eso es lo que llena corazones.
Tom Hardy es Iván Locke, un ingeniero civil que sale de su trabajo hacia un rumbo. Ese rumbo será tal vez, el más difícil de su vida, en la cual verá en la cuerda floja sus dos grandes amores: su trabajo y su familia. Tom Hardy le vuelve a dar ese significado extraviado a lo que es actuar: sobrio, imponente y sobre todo, omnipresente.
Steven Knight, el maravilloso escritor de Eastern Promises”, nos regala un tour de forcé, una película que desde que inicia, hace el milagro de detenerte la respiración, y por instante, ser testigo de las horas más apabullantes en la vida de un ser humano. Extraordinario.
Pero sobre todo esto, el trabajo de fotografía de Haris Zambaloukos es magistral. Un manejo de las luces y una puesta de ángulos realmente majestuosa. Tenía mucho tiempo que no me dejaba maravillar por el tecnicismo novedoso de la fotografía en el cine. Gracias Haris.
Sin lugar a dudas “Locke” ya está entre lo mejor de este 2014, una película que todo amante del cine, no solo disfrutará, sino que quedará con esas ganas insaciables de una buena película.