Recuerdo en mi infancia, mientras disfrutaba de esa películas de Arnold y Sylvester, que me imaginaba lo impresionante que seria ver a estos dos en una sola película. Era cierta utopía de niño, el tiempo transcurría y esto no se veía posible. Luego Arnold entra a la política y Sylvester sufre un bajo estrepitoso en su carrera, y esos sueños fueros desvaneciéndose, hasta que un buen día del 2009, se anuncia “The Expendables” con estos dos titanes del cine reunidos. Pero fue un encuentro muy breve, muy desabrido.
Aquel sueño cinéfilo infantil, se volvió realidad en 2012, pero como todo sueño, que se puede hacer lo que quieras con él, se agregaron casi por orden mía ( Si como no), dos de mis ídolos del mismo género, Bruce Willis y Chuck Norris. Decir que no disfruté la película de cabo a rabo, sería un sacrilegio de mi parte. La mejor película del mundo! (Disculpen la emoción, no lo es).
El tiempo transcurre, y de buenas a primeras me entero que regresan estos veteranos del cine comercial con una ya exagerada e innecesaria tercera entrega. Norris y Willis se quedaron en el camino y ya venía con mal augurio la cosa. La película resulta un fracaso en todos los sentidos de la palabra, incluso, aburrida.
Es difícil hacer una sinopsis clara de esta tercera película, ya que hay demasiadas sub tramas y personajes que no tienen el carisma necesario para estar allí. Solo recuerdo que era una misión y que el villano es Mel Gibson. Luego, les juro que quiero olvidar cada toma y cada secuencia de esta película.
Antonio Banderas hace el ridículo más grande de su carrera, y hasta alegorías de homosexualidad dentro de una película que respiraba testosterona por los poros.
“The Expendables 3” es una pérdida de tiempo y un despilfarro de talento, además de romperle los sueños a aquel niño que aun soy.