“Puede parecer que estoy disfrutando de esto, y quizás lo estoy en cierto modo … pero creeme, me gustaría parar de romperte los dedos.”
Si observamos la panorámica de esta película, puede resultar hasta conocida. El padre en busca de venganza, el policía corrupto de buen corazón y el cliché inocentón en el rostro del sospechoso. Pensaríamos a primera, que eso ya lo 
hemos visto. Hollywood se ha encargado de contar eso unas 256 mil veces, más o menos. Pero “Big Bad Wolves” no viene de Hollywood.
A estos ya explicados personajes, agrégales un plot distinto, y más grafico. Una niña desaparece jugando con una amiga en el bosque. Días después, aparece torturada, amordazada, violada y decapitada cerca del lugar donde se perdió. La policía tiene un sospechoso, pero esa misma policía, corrupta de arriba a abajo, sería el menor de los problemas en esa abominación.
Lo maravilloso de esta película es su impecable realización. Los movimientos de cámara, la fotografía y las actuaciones hacen que el morboso tema pase a un segundo plano. Cada fotograma es impresionante.
Los directores Aharon Keshales y Navot Pupushado, narran con un humor negro todo lo que ocurre alrededor de esta historia de venganza, con toques de justicia. El manejo de sus actores llega a ser casi magistral, llegando al punto de sentir cierta identificación con los motivos del padre adolorido.
El veterano Tzadi Grad es ciertamente lo mejor de la película. En la piel del macabro padre, con motivos más que suficiente, Grad lleva la carga emocional de la cinta y por ende los mejores diálogos son de su propiedad.
“Big Bad Wolves” fue considerada para Quentin Tarantino la mejor pelicula del 2013 y ganadora en el aclamado festival de SITGES y Toronto. Una película que debemos ver con mucho cuidado.
