El mes pasado, un estudio elaborado por dos universidades europeas (Munich y Copenhague) causó polémica al afirmar que la lucha contra la piratería perjudicaba a las películas independientes. Ahora, otra universidad teutona publica un análisis capaz de enfrentar a dos instituciones de las salas de cine: el consumo de palomitas de maíz y el visionado de tráilers. Según el análisis, elaborado por investigadores de la Universidad de Colonia y titulado Palomitas en el cine: La interferencia oral que sabotea los efectos publicitarios, el acto de masticar las golosinas de maíz tostado afectaría negativamente al poder persuasivo de los anuncios.
Para comprobar su teoría, los autores del texto invitaron al cine a dos grupos de control diferenciados por un 'pequeño' detalle: la mitad de dichos espectadores recibió palomitas gratis, mientras que al resto de los sujetos experimentales se les invitó a acompañar la proyección con un terrón de azúcar, que tardó menos de un minuto en disolverse silenciosamente en sus bocas. Una semana después de la experiencia, los participantes fueron sometidos a un test cuyos resultados fueron concluyentes: sólo el 45 por ciento de los usuarios palomiteros recordaban los anuncios exhibidos antes del filme, mientras que un 65 por ciento de aquellos que habían recibido el terrón de azúcar se mostraban capaces de recordar, y dispuestos a consumir, los productos anunciados en la sala.
Según los investigadores, esta diferencia tiene su origen en la llamada "articulación inconsciente", un fenómeno que nos lleva a mover imperceptiblemente los labios y la lengua cuando aprendemos una palabra nueva, como el nombre de una marca comercial. Cuando las palomitas entran en juego, "el cerebro está demasiado ocupado con el acto de masticar para que se produzca la articulación", explica Sacha Topolinski, uno de los autores del ensayo. Por supuesto, esta conclusión es matizable: las marcas ya conocidas por el público tienen más posibilidades de quedarse en la memoria haya este consumido palomitas u otro tipo de aperitivos menos crujientes y ruidosos.
Así, los investigadores consideran que la venta de palomitas en los cines puede resultar contraproducente a efectos de márketing, ofreciendo una alternativa: que el local comience a despacharlas cuando haya terminado la ronda de anuncios. Dado el significativo porcentaje de ingresos que la venta de maíz representa para las salas (al menos en España) dudamos que la propuesta vaya a ser recibida con alegría, a no ser que se generalice la costumbre de servir taquitos de jamón (que también se mastican). Y no es por nada, pero en su obra Eloísa está debajo de un almendro, el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela ya avisó de un problema similar... en 1940.