En “Dallas Buyers Club” el director canadiense Jean-Marc Vallée nos trae una versión distinta del mundo de los infectados con VIH, claro está, apoyados por dos soberbias actuaciones y una muy buena puesta en escena.
Alejándose de los acostumbrados dramas que el cine ha contado acerca de los afectados con VIH, vemos la historia de Ron Woodroof como el perfecto antihéroe de las películas de los hermanos Coen, un tipo machista y homofóbico que disfruta ser así. De repente se da cuenta que está infectado por el virus del VIH y en vez de echarse a morir o buscar culpables, busca la forma de sobrevivir (a los 30 días que le dicen que le quedan), investigando medicamentos experimentales, robando medicamentos del hospital y por último, traficando esteroides desde México. Todo esto acompañado de un tono de humor negro.
En el papel de Woodroof, tenemos a un impresionante Matthew McConaughey, que luego de sus 40 años ha elegido mejores papeles cada vez. En esta ocasión, se mete en la piel de este personaje de forma física y emocional y nos regala tal vez la mejor actuación de su carrera hasta la fecha. Digo tal vez porque en “Mud” de Jeff Nichols también está de leyenda.
Acompañado a Sr. McConaughey está el cantante y actor Jared Leto. Leto hace de “Rayon”, un transexual ya afectado por la enfermedad y que recibe las descargas verbales más fuerte de Woodroof, pero que sabe que de alguna forma, lo necesita para seguir sobreviviendo. Leto, también esta extraordinario en este rol, no solo por su pérdida de peso, sino por la organicidad con la cual nos presenta a “Rayon”
El director Vallée ha sabido contar historias de personajes atormentados y que desesperadamente busca su felicidad. Por ejemplo, su película “C.R.A.Z.Y”: con un joven que odia la navidad y a su familia, donde su punto de inspiración es su padre, y en “Young Victoria” vemos a una joven Reina Victoria y los turbulentos primeros años de su reinado, sumándole a esto un amor prohibido. Estas, junto a “Dallas Buyers Club” son sus propuestas más interesantes al cine, aunque en esta última, sentí que en el tercer acto la película da un giro y se convierte en una “feel good movie”, y no en el drama burlón y oscuro que nos presentó en el primer acto.
En fin, con su toque “Coeniano”, Vallée nos entrega una muy buena película y dos soberbias actuaciones, demostrando que se puede contar grandes historias con un muy bajo presupuesto (apenas 5 millones como presupuesto total).