Críticas de Cine y Artículos

¿Importan los críticos de cine?

Siempre es un buen año para el cine, incluso si las buenas películas son solo unas pocas y armond111111nunca las mencionan en los Premios de la Academia. Por eso necesitamos críticos de cine, para que nos ayuden a entender el estado de las películas, nuestra vida cultural y nuestro estado político y moral en general. Durante la cena del aniversario número 75 del New York Film Critics Circle, mi discurso como presidente se enfocó en una verdad ineludible: la práctica del pensamiento crítico está bajo amenaza.

Parece que los críticos de cine, como especie, sobreviven a pesar de que tantas otras cosas en nuestra cultura se están alejando cada vez más rápido de la inteligencia, la individualidad, la moralidad y el conocimiento. En palabras del cineasta James Toback, “es el deterioro de la vida tal como la conocemos”. A pesar de esto, los críticos de cine aún existen, así como las buenas películas –Everlasting Moments de Jan Troell, This is It de Kenny Ortega y A Serious Man de los hermanos Coen–, frente a los cambios tecnológicos que dejan poco espacio para el arte, la reflexión y la expresión humanas.
Esas actividades necesitan nuestra atención para que puedan nutrirse y preservarse. Pero, ¿cómo, a menos que haya una verdadera orientación crítica? Cuando se fundó el Círculo en 1935, su primer presidente, Frank S. Nugent (que después se convirtió en guionista de varios clásicos del legendario John Ford como Caravana de valientes yCentauros del desierto), escribió un artículo en el New York Times y citó sus fundamentos: “Representar, como unidad de trabajo imparcial, la profesión de crítico cinematográfico. Reconocer los mayores logros creativos en el campo y de ese modo sostener la dignidad e importancia de la crítica de cine”.
Después de 75 años, la creencia en esos fundamentos ha declinado. Hay pocos ejemplos en los que la crítica exhibe esos principios e ideas básicos. La mayoría de editores y directores de medios, hoy en día, coartan o limitan la función mediática de la crítica. Los estándares periodísticos han cambiado tan drásticamente que cuando me subí al podio y cité la advertencia que hizo Pauline Kael en 1974: “La crítica es lo único que separa al público de la publicidad”, la audiencia del evento respondió con un sonoro murmullo, no con un aplauso.
En los últimos años, el periodismo de cine, tal vez inconscientemente, ha sido considerado como una parte de la industria y se espera que sea un socio del sistema comercial de Hollywood. Miren cómo se ha multiplicado el número de reseñas televisivas mezcladas con sugerencias de consumo y la cantidad de artículos en periódicos y revistas dedicados exclusivamente a películas en cartelera o a los premios Oscar: como si el negocio de Hollywood fuera el negocio de todo el mundo. A los críticos ya no se les respeta como pensadores autónomos, solo como adjuntos de la publicidad. No lo son. Y no deberían serlo. La crítica tiene que ser revaluada a partir de la comprensión de lo siguiente: juzgamos las películas porque conocemos las películas y nuestro conocimiento está basado en el aprendizaje y la experiencia.
“La verdad es la primera víctima de la guerra”, dice un viejo axioma periodístico. En la guerra actual entre periodismo electrónico e impreso, en la que internet ha dado lugar a un caos babélico, la profesión crítica ha sido llevada a dudar de sí misma. Los críticos autónomos se preocupan por conservar sus trabajos mientras editores y directores, por temor a perder anunciantes y ventas, someten a sus lectores al bombo publicitario, a los chismes y a los comunicados de prensa, pero no a la crítica. Acosados por el miedo, los críticos se convierten en víctimas del diseño comercial y el mercado acaba determinando sus contenidos. Lo ilógico es que el periodismo se enfoca en la juventud, que ya no lee.
El comercio, basado en la moda, afianza la idea de novedad y de esemodo favorece el próximo producto y halaga la ingenuidad de consumidores hambrientos que, con seguridad, carecen del escepticismo proverbial. (“Dejen que el comprador sea crédulo”.) En esta guerra entre los estándares tradicionales del periodismo y la nueva condescendencia, la primera víctima es la opinión experta.
Al ofrecer un diluvio de notas escritas por fans, impresiones rabiosas a medio cocinar y amateurismo de club, el lema “libre-para-todos” de internet ha contribuido a descarrilar, todavía más, el concepto de crítica cinematográfica hecha por escritores que han estudiado cine y otras materias relacionadas como historia, ciencia y filosofía. Esto también difiere del concepto venerado del gentleman amateur1 cuyo grácil interés por formas de arte que él mismo no practicaba expresa un alto nivel de civilidad y sofisticación, un medio de elevación social. En su lugar, la crítica en internet ha desatado un torrente de conocimiento espurio, una suerte de sabiduría idiota, generalmente basada en el incuantificable “amor por el cine” (la corrupción de la noción de cinephilia de los académicos franceses).
La popularidad del cine era apreciada en los años sesenta, durante la era del pop art, cuando la cultura popular se consideraba como una nueva forma de comunicación masiva y democrática que unificaba todas las clases y estaba abierta a temperamentos creativos heterogéneos. Hollywood siempre estuvo al servicio de un impulso populista que parecía, en sí mismo, convocar explosiones de emoción u hostilidad.
Ésta es la razón por la cual el comentario ingenioso o la humillación sarcástica son considerados la cima del lenguaje de la crítica. El legado de intercambio crítico de alto calibre que dejó La Mesa Redonda del Algonquin2 se ha convertido en un grafiti viral en un conjunto de portales web como Rotten Tomatoes que arruman montones de reseñas. Estos sitios web ofrecen el consenso como sustituto de la evaluación. Los lectores de Rotten Tomatoes responden a las reseñas publicando comentarios a quemarropa, sorprendentemente malintencionados e intimidantes. Estos comentarios, generalmente pueriles, acortan todavía más el proceso crítico al saltar directamente a la supuesta agudeza. Esto no es erudición. Como observó recientemente la crítica de cine Molly Haskell: “internet es la venganza de la democracia contra la democracia”.
Armond White
Traductor Alejandra Sarria Molano

 

 

1. N. del E. Gentleman amateur es un término que se usó en Inglaterra a partir del siglo XIX para referirse a aquellos caballeros que practicaban deportes, como críquet y polo, tan bien como los profesionales pero sin serlo.

2. N. del E. Grupo de escritores, actores y críticos que se reunían a beber y despotricar en el hotel Algonquin de Nueva York en los años veinte.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.