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Critica a «Dolor y Gloria» (2019) de Pedro Almodóvar

Reseña a "Dolor y Gloria", dirigida por Pedro Almodóvar y Protagonizada por Penélope Cruz y Antonio Banderas.

El artista en su crisis creativa ha hecho de Pedro Almodóvar, de casi 70 años, que este tema sea una y otra vez el sentido de sus obras. Pero en Dolor y Gloria, es más que una crisis creativa. Salvador Malla, como el alter ego del director interpretado por Antonio Banderas, sufre tanto física como emocionalmente. Los tormentos físicos, los pensamientos de enfermedad y muerte proyectan una sombra sobre cualquier horizonte luminoso del cual sería concebible otro trabajo como director de cine.

Incluso cuando el inminente reestreno de una obra célebre suya en la Cinemateca de Madrid, no le trae ninguna emoción, es cuando sentimos su desesperanza. Especialmente porque el recuerdo de esta película en ese momento, evoca crónicas de desacuerdo con el actor principal, que una vez fue uno de sus confidentes más cercanos.

Así que Salvador no solo está luchando con los horrores de la fugacidad biológica, sino también con su carácter que lo ha vuelto cada vez más solitario.

En una de mis secuencias favoritas de Dolor y Gloria, el personaje de Salvador Mallo, enumera en voz en off, con gráficos y animaciones de apoyo, todos los dolores físicos y psíquicos, que sufre acumulados con los años. A través de esta escena atípica y explicativa, de su cine, Almodóvar usa esta herramienta para dejarnos saber algo de una manera simple: verse a sí mismo, su pasado y su estado mental en este momento, siendo muy preciso y honesto en su enfoque, pero también utilizando medios cinematográficos y apelando a su propio cine. Quizás es en esto que la película se destaca del resto de la filmografía del cineasta y sus diversas corrientes, en Dolor y Gloria muestra una aparente simplicidad, pero en realidad es una construcción extremadamente compleja y llena de sutilezas narrativas que pueden entenderse solo después de la primera experiencia, o incluso en la segunda.

Típico en Almodóvar, podemos notar una construcción dramática que presenta un cambio de género a mitad de camino. Por nombrar solo algunos ejemplos, En Átame comienza como un thriller para terminar en una comedia romántica, La Mala Educación inicia como un melodrama para terminar en una película noir. Dolor y Gloria, florecerá primero en su primera hora como comedia, antes de tomar un segundo giro melodramático. Como suele ser el caso, Almodóvar parece estar contento en hurgar los más profundo sentimientos de sus personajes, siempre en su primer acto, con el fin de engañar a su espectador, para sorprender sus expectativas. Orquesta un hilarante ir y venir entre su doble ficticio y un actor con el que tuvo un percance en su primera película: los dos hombres se reconcilian y luego se pelean nuevamente antes de finalmente volver a reconciliarse, todo esto dentro de un contexto de debates sobre la creación artística y el consumo de drogas, la película se abre finalmente, después de esta primera hora de estancamiento dramatúrgico, a una progresión dramática y emocional, tanto metronómica como amplia. 

Después de un monólogo dicho por el personaje del actor pero cuyas palabras e historia se sabe que provienen de Salvador, otros tres personajes y eventos se suceden en la vida y los recuerdos de este: su primer gran amor, su madre y su primer deseo. Si bien esta segunda parte también está atravesada por el problema de salud de Salvador, toda la película está salpicada de recuerdos de su niñez, con escenas retrospectivas protagonizadas con su madre (interpretada por Penélope Cruz), en su hogar dentro de una cueva.

Lo que la película no dice explícitamente, al menos hasta su plan final, que será un genial giro, que estas escenas serían una clave para descifrar la película, esta conclusión tiene un significado oculto. 

La elección de haberle dado a Penélope Cruz el papel de madre, durante las escenas donde recuerda, obviamente no es trivial. De hecho, la actriz está inconscientemente asociada por el espectador, de una forma u otra, al cine de Almodóvar. Penélope Cruz y especialmente Antonio Banderas, representan los pilares del universo cinematográfico de Almodóvar. La elección más significativa y conmovedora hecha por la película y por Almodóvar es probablemente haber tomado como doble, como alter ego, un actor que fue, en la mayoría de sus películas, la encarnación del deseo. 

El uso de Antonio Banderas hace sentido en la forma en que Dolor y Gloria juega con las nociones del dolor y curación. La apresurada visión de la película, cierra con algún tipo de apaciguamiento de su personaje a nivel personal y profesional, calmando su dolor físico y mental, pero también calmando la pregunta sobre encontrar sentido a su vida. 

Esta lucha entre "dolor" y "gloria" le da a toda la película una textura constantemente tensa. Evoca la parálisis inminente de lo imaginario, como lo fueron las películas de Almodóvar, unas extravagancias entre lo carnaval y lo melodramático, las blasfemias, las obscenidades y las provocaciones en un feliz juego de subversión transformado: ahora las drogas ya no son para el exceso, sino son un analgésico.

Cuánto de biografía real de Pedro Almodóvar está literalmente tematizada aquí pertenece al ámbito de la especulación. Esta pregunta también se aborda explícitamente, especialmente en las escenas con la anciana madre de Salvador poco antes de su muerte: en la acusación que ella le hace, de que él usa constantemente la autoficción en sus películas, algo que a ella no le gusta en absoluto. Casi veinte años después de la muerte de su madre, el trabajo de duelo sigue surgiendo aquí. El hecho de que esto se haga sin la coquetería de la autorreflexión banal, le debe mucho a Antonio Banderas, quien da dignidad y actitud en su sobria presentación de la figura de Salvador Mallo. Dolor y Gloria son los fantasmas de personajes pasados, los creados en concierto por Almodóvar y Banderas, que vienen a traer un contrapunto salvador a la percepción de uno de los cineastas más auténticos del cine moderno.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.