Marina y Orlando (Daniela Vega y Francisco Reyes), se aman con las miradas y aunque él tenga cuarenta años más que ella, se desean con locura. Orlando, separado de su familia, y Marina, que trabaja como camarera y cantante, son una pareja que aunque vienen de sitios diferentes, decidieron vivir juntos y compartir un nuevo hogar. Una noche después de una velada romántica, Orlando se queja de un fuerte malestar, poco después debido a una caída, este pierde la conciencia y muere de repente en el camino al hospital, todos están choque. Sobrecogida por el dolor y la pena, Marina todavía tiene que someterse a una dolorosa encuesta policial. El médico tratante y la policía la miran con desconfianza y prejuicio. Marina, cuyo nombre oficial es Daniel, tiene una identidad transexual iridiscente y está sujeto a una severa discriminación
La burbuja de protección de Marina se derrumba. Orlando se fue, fue arrojada a los buitres de todo tipo. El cine romántico que vimos al inicio se desvanece abruptamente para dejar en su lugar a un thriller. En cuanto a la familia del fallecido, en todos los aspectos la considera una prostituta y aprovechada, es expulsada del apartamento que ocupaba con Orlando y evitan que asistiera a las ceremonias fúnebres. Una crueldad ordinaria que rompe el secreto con el que Marina debe seguir viviendo y nos transporta al mismo corazón del tema: la lucha de una mujer abandonada por todos los que, además de tener que llorar, luchan pacientemente en todos los actos de su vida cotidiana para tener su derecho a ser respetado y ser tratado como un ser humano reconocido por aquellos que la consideran un monstruo.
La actuación de Daniela Vega es asombrosa convirtiendo a Marina en una heroína moderna. Gracias a una realización perfectamente dominada y sutilmente delicada, navegamos entre una realidad brutal y soñadora sin perder nunca de vista este universo de benevolencia y ternura en el que el director ha instalado su complot. Evitando las trampas de una película militante o moralizante, Sebastián Lelio entrega una verdadera joya cinematográfica, llena de inteligencia y humanidad. Un elegante homenaje a las mujeres.
Sebastián Lelio (Gloria, el Año del tigre) admite tener una pasión por todo lo que es femenino. Es también con un talento incontestable que pone a las mujeres en honor. Le gusta describirlas fantásticamente combativas en medio del tumulto de la vida como esos fantásticos tiros de las famosas Cataratas del Iguazú, un torrente fascinante y aterrador. En la escala de las batallas (femeninas en este caso), él sube un paso extra aventurándose en la trayectoria tortuosa del transgénero. Este desarrolla la lucha de Marina contra los prejuicios y el derecho a llorar en dignidad, creando una atmósfera tensa e imágenes fascinantes.
Lelio muestra a una mujer que se fortalece a través de su inflexible resistencia y encuentra una manera de despedirse de todas las hostilidades en el proceso de duelo de su amado.