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Critica a «Coco» (2017) de Lee Unkrich y Adrián Molina

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Desde hace varias generaciones, la música ha sido prohibida en la familia de Miguel (Anthony Gonzalez). Un verdadero desamor para el joven, cuyo último sueño es convertirse en un músico tan consumado como su ídolo, Ernesto de la Cruz (Benjamin Bratt). Su tatarabuelo dejó a su esposa e hijo en ese momento para perseguir su carrera. Desde entonces, cada forma de música es tabú para ellos. Pero Miguel sabe lo que quiere, y determinado a demostrar su talento, a través de una extraña combinación de circunstancias, se ve impulsado a un lugar tan increíble como colorido: la Tierra de los Muertos. Allí, se hace amigo de Héctor (Gael garcia Bernal), un agradable y hábil personaje. Juntos, harán un viaje extraordinario que revelará la verdadera historia detrás de la familia de Miguel.

"Coco" es el nombre de la bisabuela de Miguel. En Santa Cecilia, México,  donde vive con su familia, todos se ponen activos para la celebración del día de los muertos, una gran fiesta cultural durante la cual las familias rinden homenaje a sus muertos erigiéndoles altares cubiertos con ofrendas y retratos. En esta ocasión se organiza un concurso musical en la plaza principal de la ciudad en memoria de Ernesto de la Cruz. El problema radica en que debe hacer todo esto a espaldas de su familia.

Esta es una película sobre el amor a la familia, sobre el recuerdo de seres queridos que han estado desaparecidos por más o menos tiempo.

Al igual que las celebraciones de El día de los muertos, donde todos cantan, bailan, festejan y visitan los cementerios, la primera parte es, a priori, alegre y festiva. El reino de los muertos que Miguel descubre no se parece en nada al Paraíso o al Infierno descritos en textos religiosos e inscritos en el imaginario colectivo. Es una ciudad gigantesca, poblada de esqueletos y criaturas fantásticas. Es también donde vive Ernesto de la Cruz, quien murió hace años y a quien Miguel, por razones que le pertenecen, desea encontrarse a toda costa. Mientras sus antepasados ​​lo persiguen para llevarlo a casa, Miguel se cruza en el camino de Héctor, un esqueleto al que nadie rinde homenaje en este día de muertos y que, de hecho, no puede cruzar el puente que conecta el mundo de los muertos al de los vivos para visitar a su familia.

Por lo tanto, Héctor hace un trato con Miguel: le ayudará a acercarse a Ernesto de la Cruz a cambio de la promesa de que tan pronto como se haya unido al mundo de los vivos, Miguel le dará a su hija su fotografía para que continúe recordándolo, pues Héctor desaparecerá para siempre si ningún ser vivo mantiene  su memoria.

Los primeros tres cuartos de película son graciosos y realmente interesantes, luego de este metraje la película cae gradualmente en una melancolía que a veces roza la exageración, cuando un giro, que no será revelado, trastorna las certezas y el destino de los personajes.

Aquí es donde encontramos todo el genio de esta máquina de sueños que es Pixar, esta capacidad de mezclar registros, para mantener una forma de ambigüedad en cuanto al nivel de lectura de sus obras. ¿Es gracioso o triste? ¿Deberíamos reír o llorar? Ambos a la vez, sin duda, como lo demuestra el resultado particularmente conmovedor de "Coco".

A diferencia de “The Book of Life” (Jorge R. Guitierrez, 2014), que también es ambientada en el Día de los Muertos, "Coco" pone mucho énfasis en el realismo, al menos dentro del marco fantástico. Las figuras son expresivas, pero tomadas en el aquí y ahora, a diferencia de la película del 2013. Es casi aterrador cómo Pixar dio vida al mundo de los muertos. En muchos lugares, casi se siente como caminar en una aldea real a través de las calles estrechas. Pero aún más fuerte que el mundo real, esta es conservada en colores amigables y la tierra de los muertos se convierte en un punto culminantemente visual. Con su  lado oscuro, pero al mismo tiempo llena de colores brillantes, los muchos elementos imaginativos se funden en una pintura surrealista, morbosa y llena de alegría. Después de todo, el Día de los Muertos no es un día de devoción silenciosa, sino una fiesta resplandeciente.

Los cineastas Lee Unkrich (Toy Story 2 y 3) y Adrián Molina (The Good Dinosaur) han creado este mundo vibrante y colorido donde el reino de los muertos es tan acogedor como el reino de los vivos; los creativos se divierten dibujando, creando un sin número de personajes con marcas muy específicas, con la fluidez y precisión de un relojero, explotando la plasticidad y las muchas posibilidades de esta fantástica atmosfera. Pixar se ha superado a sí misma.

Coco conjuga lo mejor y lo peor de Pixar. Por un lado está la innovación y ese enamoramiento que sentimos de los personajes, pero por el otro, somos testigos de una resolución esperada, llena de los mismos giros evolutivos de películas anteriores. Pero sin negar el poder fantástico y mágico al final, Pixar crea un verdadero himno a la familia, la infancia, la memoria y el amor. Coco es sin duda una muy buena película que confirma una vez más el lugar de este exitoso estudio entre las mentes magistrales del cine de animación.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.