Críticas de Cine y Artículos Festival de Cine de Cannes

Critica a «La Familia» (2017) de Gustavo Rondón Córdova

Sería inexacto y ciertamente precipitado decir que no hay una nueva ola de cine latinoamericano, sobretodo porque parece imposible clasificar el cine de todo un continente, pero es cierto que en los últimos años las películas de estos países se han convertido en la nueva atracción de los festivales.

Cuando en una pelea callejera a Pedro (Reggie Reyes) se le va la mano y mata a un niño de un barrio rival, su padre Andrés (Giovanni Garcia) debe escapar para salvar su vida y la de su hijo. El concepto de familia ha variado mucho a traves del tiempo y es posible que varie de acuerdo a tus valores. Las mentes conservadoras modernas todavía golpean la tecla de una idea única y cerrada, como si la formula entre padre, madre e hijos fuese una especie de ecuación de Dirac, que revelaría el sentido de la vida. Algo totalmente falso, principalmente cuando se colocan en la ecuación las variables de clase, raza y también género, cuando se piensa en la ausencia de una de las partes. En el filme "La Familia", opera prima del venezolano Gustavo Rondón Córdova, ese concepto va más allá de las personas que habitan en  una casa o poseen relaciones consanguíneas. Aquí, la clase y la geografía en que están insertadas dictan cómo esas personas se comportarán, quién salvará a quién y quién va a llorar y vengar la muerte de los suyos.

El escenario de la periferia de Caracas, en Venezuela, no difiere en nada con el de las realidades de Latinoamérica. Los niños entre doce y trece años juegan pelota en la calle y todo tipo de peleas son permisivas entre ellos, hasta normal. Las alusiones sobre la homosexualidad y la virilidad son modos de instigarse unos a otros. La sexualidad de los chicos no está a la flor de la piel, pero desde temprano aprenden que deben cumplir ese papel masculino. Los bailes con canciones que mencionan posiciones sexuales también hablan por sí solos, en esos lugares se tiene muy poco para divertirse e ir más allá de la cotidiana y pesada diferencia entre trabajo y supervivencia. Prácticamente no hay diálogo entre los niños, los murmullos y los insultos los dividen en grupos de supervivencia, el espectador nunca sabe quién es capaz de apuntar un arma o utilizar un arma blanca. Crecer en ese ambiente suele ser forzado, y es justamente ese ritual entre el niño y el adulto el punto que va a desencadenar todo el desarrollo de la película.

Los tiempos cambian, por supuesto, y cambian el contexto en particular: el Caracas contemporáneo es un lugar de acecho, con variedad de violencia que desencadenan los instintos más bajos de Pedro. Y es después de una sangrienta pelea callejera que el niño es atendido por su padre, para evitar mayores desgracias.

Una parte del público se reirá de las riñas entre los niños y los comentarios eróticos que hacen con las chicas, pero buena parte de la gente va a sentir la incertidumbre en que las escenas son propuestas en pantalla. La tirantez de la violencia y la falsa madurez que estos exhiben, son los elementos que dictan el tiempo en esta película. Entre el reconocimiento de un padre, que mira al hijo de doce años ya embrutecido por la situación de sus ausencias sustituidas por la violencia de donde viven, y un niño, que por milisegundos aún actúa como un niño ingenuo y construye una ruta de fuga y de encuentros. La saga de padre e hijo por la capital venezolana poco tiene de heroica en el sentido clásico, ya que es más de descubrimiento, como si percibieran finalmente estar juntos.

La ausencia de las mujeres en esta película, apenas acentuadas en las figuras de preadolescentes sexualizadas o de madres ausentes, también denuncia ese universo en donde una aparente hiper-masculinidad reina. La figura de la madre en una foto que nunca miramos de cerca, no dice mucho, pero tampoco la juzga. Como ya se ha dicho, todo y todos son muy efímeros en este ambiente urbano y precario de una ciudad de América Latina. No se percibe una supresión de las mujeres sino justamente un acento a la fragilidad de esos hombres, estimulados a luchar hasta la muerte en un ambiente hostil y sin educación.

El director Gustavo Rondón Córdova se destaca en hacer uso en escenas de pequeñas secuencias de violencia envueltas en el cotidiano vivir. Por ejemplo, vemos a un niño que recolecta cartuchos de bala en el suelo y los organiza sistemáticamente en fila, como si fueran juguetes; niños de doce años, que ya han aprendido a desempeñar su papel en el ambiente en que viven, con la mirada atenta de alguien que está siempre aprendiendo algo, absorbiendo el ambiente y los silencios que permiten al espectador mirar y leer las acciones de los personajes.

Con una clara alusión a ‘El ladrón de Bicicleta” (1948) de Vittorio De Sica, lo expuesto en “La Familia’’ no necesita de acentos mayores sobre la actual condición de América Latina, aquí, estamos incluidos, pues la semejanza nos es arrojada a la cara, y más específicamente de Venezuela, que también pasa por una crisis violenta. El precariado, las condiciones generales de clase y el embrutecimiento del género saltan a los ojos aquí, haciendo que el largo se construya bajo una historia simple de padre e hijo, pero sirviendo de alegoría a una situación macro de los explotados.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.