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Critica a «Valerian and the City of a Thousand Planets» (2017) de Luc Besson

Una adaptación de Valerian en pleno siglo XXI se arriesga a repetir los mismos errores de otro fracaso taquillero con un pasado en los comic más que exitosos. Les hablo de “John Carter” (2012, Andrew Stanton), historia escrita por Edgar Rice Burroughs. Dos películas que vinieron mucho después de su tiempo, proyectadas en un momento en que la cultura pop y el reino del espacio están intrínsecamente embebida por sus propias influencias (muchas veces sin tener la percepción que los refiere). En el caso de la publicación franco-belga, "Valerian & Laureline", creado por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, su importancia sirvió de base para mucha de la "ciencia ficción" hoy considerada como fenómeno cinematográfico y cultural, en particular Star Wars, cuyo mentor, George Lucas, siempre asumió ser fan de la publicación mencionada y cuyas referencias le ayudaron en la creación de su tan amado universo.

Desde la primera publicación hace ya cincuenta años, en 1967, Luc Besson siempre estuvo deseoso de llevar este legado a la gran pantalla. Experimentó el universo con su Fifth Element (Quinto Elemento, 1997), siendo un proyecto arriesgado, con un contexto mercantil (vender espacio fuera del concepto Star Wars es una tarea casi hercúlea para las audiencias modernas). Valerian puede ser confundido por las generaciones más jóvenes, y equivocadamente ser reducida a un "frankenstein de ideas", una vistosa e histérica creación oportunista. Pero, lejos de esa miopía envolvente del fenómeno Star Wars, que hoy parece haber encontrado sus peores días de creatividad con el cuento de Disney, Besson encuentra en Valerian más que un  homenaje al género, encuentra el jubilo recurrente a la fertilidad de una imaginación interestelar, como si Por momentos el realizador francés propuso un regreso a sus tiempos de juventud, al imaginario febril de aquellos "sueños mojados" envueltos de naves espaciales y criaturas de exteriores, anteriormente sólo posibles en el formato cuadradito.

Si bien es cierto que en ‘’Valerian and the City of a Thousand Planets’’ encontramos la típica producción destinada al fracaso comercial (ni el presupuesto ayuda a contrarrestar la premonición), es verdad que se esperaba una auténtica catástrofe cualitativa entre galaxias. Toda esa "seguridad" proviene de su naturaleza, des-pretensiosa y consciente de sus inverosimilitudes. Todo recurre al estilo de una auto-parodia, tanto a la materia prima, como a la propia filmografía que Besson astutamente juega entre líneas, además de hacer una constante perpendicularidad con su anterior Quinto Elemento, donde el hijo se convierte en el padre y el padre se convierte en su propio hijo.

Besson centra la atención en los detalles y no tiene miedo de presentar desvíos que no conducen la narración hacia adelante, pero nos dará una visión más profunda en este fantástico universo. Aunque la visión que se siente larga por la razón que siempre ha perseguido al director francés, querer contar de más. Pero dichas variantes son en última instancia, la gran fuerza de la película, ya que el publico se adentra en la historia y sus aventuras.  A partir del tercer acto los personajes ya no desempeñan un papel, son meras figuras que llevan  a cabo eventos sólo porque ocurren alrededor de ellos y no porque la trama avanza. Y es allí donde sentimos que el director Bresson pierde su pulso narrativo. La presentación de situaciones y motivos personales que muy poco tienen que ver con la trama, son obvios al espectador.

Y como es obvio, doscientos cincuenta  millones de dólares invertidos aquí resultan de un visual exuberante que nos remite a un pintoresco-burlesco creativo. Pero en ese aspecto, Besson es muy cercano a Cameron, muy ligado a ese vínculo tecnológico que soporta la estética del proyecto, siempre en una jornada en busca de lo artificialmente creíble, constantemente en confrontación con el mayor de sus enemigos - el tiempo. Y es entonces que el realizador sigue los ideales de otro, George Lucas, y su paradigma de la pantalla blanca, dando alas a la creatividad posibilitada por el CGI y así sucesivamente, concebir un mundo de raíz. Esta "creación" se nos trae a largos pasos por los créditos iniciales donde Space Oddity de David Bowie resuena en el profundo espacio, con un montaje de un futuro próximo y alcanzable dentro de un par de años.

En fin, Besson sabe lo que hace, a pesar de que el argumento lo traiciona varias veces y el elenco es más atractivo para generaciones nuevas y no los eventuales fans del original "Valeria & Laureline", sin con ello negar la química existente entre Dane DeHaan y Cara Delevingne, o de la seducción natural de Rihanna en un papel desvanecido por énfasis (vista como una solución argumentativa). Y como se trata de una película de Luc Besson, existe siempre la tendencia de ser espolvoreados con deliciosos detalles.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.