Críticas de Cine y Artículos

Carta a Don Armando Almánzar

En año 1992, más o menos, y es desde donde con honestidad puedo responsablemente hablar, fue que lo conocí a través de la televisión. Él presentaba una película en el canal 11, la película del crewmomento, la cual se convirtió en mi favorita por los próximos dos meses: “Deadly Friend” (Obsesión Fatal) y realmente cambió mi vida. Una de mis primeras misiones era ser como usted, aprenderme de memoria todos los actores, directores y productores de las películas que viera, así como usted lo decía.

Caso daño que me hizo, porque no solo me aprendía los nombres, sino diálogos de las mismas, y para mí, por los próximos años, era una parada obligatoria de los sábados (luego que mi mamá viera Sábado Gigante), poner el canal 11 y ver la película que usted presentaría. No importa si fuera mala, para un adolescente no existe tal cosa, todas las películas resultaban entretenidas, hasta que me encontré con una que otra crítica o, por antojado, quise ampliar mis conocimientos de cine y decidí ver otras cosas.

Pero créame Don Armando (y perdone que lo llame Don, ya sé que me ha dicho que no lo llame así, pero ya le explicare más adelante porque no puedo), no solo cambió mi vida, cambio la vida de muchos, miles le deben a usted el amor por el cine. La mayoría de las personas que he conocido en el transcurso de mi vida, saben quién es usted, ya sea por la acidez de alguna crítica o por el sonido de su voz (que no dudan en imitar al momento).

El tiempo pasa, y por accidente descubro que también están en radio, con Don Arturo, creo que fue porque tenía un pequeño radio que me regalo mi papá. Era muy viejo y tenía que luchar para encontrar alguna frecuencia que se escuchara. Mucho de mi amor por el cine vino heredado de mi madre, que me enseño que ver una película en mi casa (sobreprotección) era más interesante que salir a jugar con mis amigos a la calle. Yo por años le hice caso, y de ahí se creó ese toque de queda de los sábados ya mencionado. Pero volviendo al radio, una tarde en la soledad que me acompañaba en mi casa, luego de la muerte de mi madre, encontré su voz, si esa voz de la que mucha gente se burla, y me quede escuchando. Me quedaba perplejo al escuchar como respondía a todas las preguntas que le hacían los  que le llamaban, de las recomendaciones de películas que nunca había escuchado, sencillamente quería ser como ustedes, y allí el reto creció. Ya conocía los escritos de Rubén Lamarche en Listín Diario, pero pocas veces leía el de usted, ya que solo tenía acceso al periódico los domingos (esta es otra historia), y por ende, la sección de Rubén la conocía más que la suya. Ruben fue otro con clara influencia en mí, pero también es harina de otro costal.

A diario, me entraba ansiedad para que dieran las doce del día para escuchar el programa. Me era algo difícil buscar las películas recomendadas ya que para la época, el acceso a video clubs era limitado, así que me tenía que alimentar de las películas que pasaban en televisión local. Las más conocidas y comerciales si las veía, algunos títulos viejos eran difícil, pero con el paso del tiempo y el acceso a videoclubs, eso cambió.

El tiempo siguió pasando, y mi curiosidad por el cine seguía creciendo. Era fijo con el programa, pero las aburridas responsabilidades de la vida adulta me comenzaron a afectar. Ya debía trabajar y estudiar para “forjarme una profesión”, escuchar el programa se me hacía complicado a veces, pero la vida da hermosas sorpresas. Conocí el cine club Lumiere, sábados a las 8:30 en el cine Lumiere de la Independencia, y nunca olvidare mi primer día, como siempre, cambió mi vida.

Llegué muy temprano y vi de lejos a Don Arturo, al cual (temblando) salude y le  comuniqué mi interés de formar parte del club. Fue el sábado 10 de febrero del 2001, así lo dice mi carnet. Don Arturo me dijo “Claro, son $20 pesos”, los saque sudoroso (era mucho para mí en la época) y se los entregué. Creo que ha sido de las mejores inversiones que he hecho en mi vida. Recuerdo que, ya al entrar, las luces estaban apagadas e iniciaba la película “Driven” con Sylvester Stallone. A mí me pareció maravillosa (tiempo después descubrí que es realmente horrible, no me culpe), pero claro, al final existía un foro donde los presentes daban su opinión, y no por coincidencia escuché muchas carcajadas durante la presentación. Dichas carcajadas fueron explicadas al final por un grupo de personas que conocían de cine, pero no recuerdo tanto sus caras, mas si recuerdo cuando me volteo para ver a la primera persona que habla, a este ser humano callado y sentado al final de sala con las piernas cruzadas y en silencio… era usted, Don Armando. Gracias a Dios que no me vio la cara, porque era perfecta descripción de un idiota. Fui asiduo del cine club hasta su lamentable desaparición. Fue así que dejé de verlo en persona, y no sé por qué nunca me acerque, pero las cosas funcionan de una manera perfecta.

Otra vez, los años pasan, y tengo el privilegio de conocer a Hugo (Pagan) y Pablo (Mustonen), y comenzamos una amistad gracias al cine. Hugo ya lo conocía, había asistido a su programa en la etapa final, luego de la muerte de Don Arturo. El programa parecía caer en un abismo de donde no salió, aun con las exquisitas visitas de invitados, pues algo faltaba. Pablo nos habla (a mí y a Hugo) de hacer un programa de radio, el bien no terminaba la idea y ya Hugo y yo estábamos montados, pero al final, Pablo dijo, “ahora hay que ver si Armando puede”, y yo “¿qué Armando?” Créame, que gracias a Dios que tenía ‘’pampers’’ ese día, porque la emoción me traicionó

Pablo tenía la idea de hacer el programa de noche, a las 7:00pm, pero era cuesta arriba para usted porque no le gustaba manejar tan tarde, y usted ve películas de noche, lo cual no era negociable. Por el otro lado, yo tenía esclavitud de 8am-5pm al igual que Hugo y no podíamos durante el día. El “no podíamos” se puso a prueba cuando usted dijo que sí, siempre y cuando fuera de día. Yo creo que ya sabe la historia que sigue.

Yo sé que tal vez no lo recuerde, pero la primera vez que le conocí y le di la mano, fue un sesión de foto que tuvimos, la cual nunca vio la luz, pero en ese pequeño estudio fotográfico, lo vi sentado cuando llegue, nunca en mi vida había estado tan nervioso de conocer a alguien y más aun sabiendo que trabajaríamos juntos. Fui preparado con doble ‘’pamper’’, como método de precaución.

Usted me saludó con un “¿qué hay?” y yo solo saludé “¿Cómo esta Don Armando?”, y ahí fue la primera vez que me dijo, “Si me vuelves a decir Don te doy una pat’a”… fue amor a primera vista.

Yo soy muy impresionable, cuando crees conocer a alguien que has escuchado por tanto tiempo, crees que eres amigo de esa persona. Así que cuando el programa inicio, cada día me escapaba de mi trabajo (Hugo era mi cómplice al pasarme a buscar). Era la definición perfecta de lo que es ser feliz, varios sueños se estaban cumpliendo al mismo tiempo. ¿Quién le diría a ese muchacho de 11 años, que en 20 años estaría trabajando con una de las personas que más admira? ¿Quién le dice a ese muchacho que mientras veía películas en una televisión a blanco y negro, llegaría a ver, y no solo ver, conocer de manera personal e ir al hogar del hombre que despertó el amor por un arte?

¿Por qué no dejar de decirle Don? Según me enseñaron, Don o Doña se les dice a las personas que respetas, que miras hacia arriba, no importa la edad que tengas. Yo tuve un padre a medias, un padre que existe físicamente pero nunca hizo la función de un papa. Yo tuve varios padres: uno que me enseñó a como trabajar, otro que me enseñó de mujeres, otro que me habló de estudios y otro que me enseñó de cine, este último es usted.

Pero usted no es solo mi padre cinematográfico, es el padre de miles, miles que sí aprecian y conocen su trabajo, y no solo de esta generación si no generaciones  mucho antes que yo. Félix Manuel, Brando, Pablo, Hugo, Oliver, Marc, Edwin y Maracallo (mencionaría otros pero sé que me mandarían al diablo), deben parte de sus cocimientos a usted, y sin mencionar, la cantidad de gente que viene siguiendo su opinión semana tras semana.

En su temporal decaimiento físico actual, cientos se me han acercado a preguntar cómo sigue, incluso compañeros del colegio que ni idea tenía que nos escuchaban. Créalo o no, usted ha cambiado muchas vidas.

Estoy lejos, pero ansío escuchar que ya ha vuelto al cine, con su paso lento, y una habilidad ninja para salir y llegar a lugares, habilidad que es difícil de emular. Don Armando, aún le queda mucha cascarrabias que hacer, películas que discutir y Martini que disfrutar.

 

Gracias.

Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.