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Critica a “Son of Saul” (2015) de László Nemes

De vez en cuando, cada vez que una nueva película sobre el Holocausto se estrena, se oye el argumento: ¿No ha habido suficiente ya?

La verdad es y siempre ha sido así, los seres humanos tenemos una memoria muy corta. Decir a la gente, especialmente a las generaciones pasadas, de que tan malos o buenos (de acuerdo a tu Son-of-Saul-stalonebando) fueron los nazis no graba en la memoria el hecho.  Estamos fuertemente pre-fabricados con el privilegio de olvidar o conscientemente sumergir algunas cosas en lo indecible; podríamos llamarlo un rasgo de supervivencia. Dado el gran alcance y los ecos históricos por el Holocausto (el genocidio de Ruanda, la situación actual de refugiados a través de Europa y los EE.UU.), solo por mencionar de los aspectos trágicos inherentemente  y casi incomprensiblemente del Holocausto, está claro que los recordatorios de lo que una vez ocurrió son necesarios, sin importar lo doloroso que sean.

Así que ahora nos llega “Son of Saúl”, una película diferente a cualquier otra película del Holocausto. No es tan gráfica como muchas, hay más cadáveres en “La Vida es Bella” de Roberto Benigni. El húngaro László Nemes y el actor Géza Röhrig, que interpreta al Saúl y está presente virtualmente en cada fotograma, emplean un estilo visual, que permite al espectador el sentimiento de presencia en la situación, una composición fílmica que pone a la audiencia en medio del mundo horrible, cotidiano de un crematorio. Vemos todo desde el punto de vista de Saúl, es como si estábamos de pie o corriendo detrás de él, en sus hombros o en su cabeza, el espectador siempre tendrá el paso detrás de las acciones de Saúl. El efecto es devastador, tanto emocional como físicamente. Yo, literalmente, no pude quitar la vista  de Saúl.

Saúl es un miembro del Sonderkommando del campo, un grupo de judíos que fueron obligados a actuar como Judas Iscariotes para los recién llegados. Inmediatamente fuera de los trenes, los "prisioneros" se dividen y son enviados a las "duchas y a tomar una sopa caliente" ; por supuesto, no hay sopa, mucho menos duchas.

Saúl y su co-kommandos son los encargados de la limpieza de las cámaras de gas y los crematorios, pasan por los bolsillos de los muertos en busca de cualquier cosa que pueda ser de valor para los alemanes: lentes, dientes de oro, relojes. Para la mala fortuna de Saúl, presencia a un joven que sobrevive milagrosamente el gas. Aunque el joven muere poco después, Saúl se hace la idea que el niño es su hijo y se embarca en su propia misión secreta para asegurarse de que el cuerpo del niño sea enterrado en una adecuada sepultura judía, con rabino y todo. Una de las mejores ideas del director Nemes Laszlo en “El hijo de Saúl” es el nunca permitir a la audiencia saber si el acosado y sombrío Saúl es en realidad el padre del niño muerto. Eso lo sabrás al final.

¿Una locura? Desde luego que no estaría fuera de su cabeza querer hacer esto, dadas las circunstancias del personaje. Enterrar al niño en secreto, justo debajo de la mirada que todos los supervisores del campamento. Saúl se da una razón tangible para vivir, Los “Sonderkommandos” fueron enviados a trabajar de forma rutinaria a las duchas, y  después de un cierto número de meses, los matan. Según los alemanes, es lo mejor, así mantienen a raya los posibles  planes de escape o cualquier otra cosa que podría frenar el terrible trabajo que ejercen.

Röhrig, en su debut como actor, es fascinante. Su Saul trabaja con la firme determinación de un hombre que busca de alguna manera excomulgar el pecado de ser un Sonderkommando. Aprendemos poco o nada de su vida anterior, pero la muerte del niño y su compromiso de honrar a ese niño sin nombre, es lo que le da un propósito mientras trabaja en el lugar más cercano al infierno en la Tierra. Nemes no da descanso, la historia termina con una nota tal vez esperada, pero esto no es sino una fotografía de un campo de concentración. Una fotografía que sirve como un recordatorio terrible de exactamente por qué no debemos olvidar nunca.


Acerca del Autor

Ruben Peralta Rigaud

Rubén Peralta Rigaud nació en Santo Domingo en 1980. Médico de profesión, y escritor de reseñas cinematográficas, fue conductor del programa radial diario “Cineasta Radio” por tres años, colaborador de la Revista Cineasta desde el 2010 y editor/escritor del portal cocalecas.net. Dicto charlas sobre apreciación cinematográfica, jurado en el festival de Cine de Miami. Vive en Miami, Florida.