Dotar de vida a lo inmóvil ha sido un tema fascinante y recurrente a través de la historia; pensar que algo más allá de nuestros cuerpos o de la naturaleza se pueda mover por sí solo o refleje un sentimiento propio de los impulsos del alma, resulta tanto escalofriante como encantador. La movilidad de los objetos o los trazos generados por la mano del hombre se ha buscado desde tiempos inmemorables; desde la representación de la vida cotidiana en pinturas rupestres hasta el rostro lunar en “Le voyage dans la lune” de Georges Méliès, como uno de los primeros pasos a la filmación fantástica.
Cabe destacar entonces, que la filmación por medios animados apareció incluso antes que el cinematógrafo. Específicamente en Alemania, donde Athanasius Kircher inventó un mecanismo de cristales grabados que mostraban, por ejemplo, a un hombre bostezando. No suena muy emocionante, pero en su momento fue una revolución a la manera en cómo se presentaban historias (con movimiento).
Fue hasta la Francia de finales de siglo XIX que apareció Émile Reynaud, inventor del praxinoscopio, máquina que permitía ver secuencias nítidas de dibujos consecutivos, y que sentaría las bases para el cine de animación que ahora conocemos. Aportó con sus espectáculos un avance también de musicalización y efectos sonoros que nunca antes se había visto.
Así han seguido las cosas desde entonces con la aparición y producciones de firmas como Walt Disney, Warner Brothers, Hanna-Barbera, el anime japonés y las apuestas contemporáneas por la animación digital. Pero no todo en este rubro se limita a los grandes mencionados si queremos hablar de las mejores propuestas, tampoco hay por qué limitarnos a las espectaculares producciones o de larga duración. Existe muchísimo material con el que podemos adentrarnos en el mundo de lo animado.
“Malaria” (2012), Edson Oda
Por ejemplo, este brillante trabajo es muestra de innovación e ingenio. Su mezcla de imagen real en filmación, origami, kirigami (arte del papel cortado), una cosmogonía identificable en las películas western y del mundo de los cómics americanos hacen una perfecta fórmula de narrativa experimental.
“The facts in the case of Mister Hollow” (2008), Gudiño & Marcone
Una vez más la mixtura entre filmación, fotografía y animación se hace presente; este cortometraje de gran detalle se hunde en una historia de terror muy bien lograda y que no necesita de grandes efectos especiales para brindar su historia. Un paso más en la exploración de las técnicas que ha dado de qué hacer.
“El viejo y el mar” (1999), Alexandr Petrov
Haciendo uso de placas de cristal sobre las que se ha pintado al óleo se presenta este multipremiado cortometraje, adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway, que tardó diez años en ver la luz de lo público. Un trabajo sin precedentes y que no podrá ser fácilmente igualado en lo que sigue.
“Paper World” (2013), Ruska & Rinkeisen
WWF Hungría encargó este cortometraje de animación a Ruska y a Rinkeisen, en éste se plasman los valores de la organización para que el observador pueda advertir su papel en el mundo y las consecuencias de sus actos. Actos que bajo ninguna circunstancia están separados de nuestra relación como habitantes del planeta.
“El pájaro y el hombre” (2005), Santiago Grasso
Una animación que raya más en lo tradicional sin eso significar que caiga en lo obvio, muestra de manera simple y con cierto humor la situación humana de aprehender algo y no dejarlo ser fuera de nuestros términos y condiciones. Santiago Grosso es un director latinoamericano que demuestra su inteligencia al momento de plasmar ideas rápidas pero contundentes en la pantalla.
“Uncanny Valley” (2015), Federico Heller
A manera de un documental post-apocalíptico, se muestra la realidad extrema de un futuro desolador en que los más pobres son individuos adictos al juego on line. Una reflexión animada que pone el dedo en la llaga de nuestro tiempo, que observa críticamente la situación política y social que estamos atravesando.
“El desafío a la muerte” (2001), Juan Pablo Zaramella
En un clásico método de filmación animada se cuenta la hazaña del Fahaki Ayunanda, quien introducirá todo su cuerpo en una licuadora y asegura que saldrá vivo de ella tras encenderla. El stop motion ha sido utilizado en repetidas ocasiones y con esta ópera prima del argentino Zaramella se pone de manifiesto el talento que existe fuera de los grandes países productores.
“Fuga” (2012), Juan Antonio Espigares
Con una animación digital fuera de lo común esta narración cuenta cómo Sara puede identificar y hacer frente a muchas situaciones en su vida transformando las mismas perspectivas con las que les mira. El autoconocimiento, pero sobre todo el reconocimiento, se vuelven ejes en la visión de la protagonista.
“A Christmas Carol” (1971), Richard Williams
El clásico cuento de Charles Dickens cuenta con muchísimas adaptaciones a lo largo del mundo, pero entre las más famosas podemos hallar esta producción que por algún tiempo incluso se transmitió en televisión. Esta versión fue realizada como un especial navideño para la cadena de televisión ABC, la cual fue galardonada con el Oscar a mejor Cortometraje de Animación en 1972.
“El fabricante de pelucas” (1999), Steffen Schäffler
Siguiendo los caminos del stop motion, este corto se basa en el cuento homónimo de Daniel Defoe y plasma la historia de un fabricante de pelucas que vive en Londres durante una epidemia de peste en la época medieval. Una interesante combinación de oscuridad y esperanza.
